Sustainable urban development
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PAIDEIA XXI
pular, Lima era y es parte de “la tie-
rra del Inca que el Sol ilumina porque
Dios lo manda” (Polo-Campos, 1974).
No obstante, la otrora “Ciudad
de los Reyes” en realidad parecía
condenada a sufrir los embates de
los que se creían los “Reyes de la
Ciudad”, donde la improvisación,
la prepotencia, el oportunismo, la
corrupción, y el cinismo eran el pan
de cada día en nuestra ciudad. Hoy
es usual encontrar todavía movilidad
caótica, calles inseguras, peajes sin
obras terminadas ni vías alternas,
valles depredados o por depredar,
playas abandonadas, malecones
improvisados, planes ninguneados,
proyectos sin plan, obras sin terminar
o mal hechas. Sin embargo, ahora
existe la esperanza que las actuales
autoridades municipales emprendan
y convoquen a un proceso de
recuperación urbana y ciudadana de
Lima.
Además, el boom inmobiliario de
Lima de la primera década del siglo
XXI ha traído como consecuencia un
desorden urbano institucionalizado.
Son los inversionistas y el capital
inmobiliario quienes están decidiendo
la forma del crecimiento de la ciudad de
acuerdo con sus intereses, al amparo
del relajamiento normativo promovido
por el Estado en cuanto a la reducción
peligrosa de los condicionamientos
de habitabilidad, ambientales y de
seguridad física. A ello, se suma la
falta de iniciativa y decisión política
de las autoridades municipales para
poner cierto orden (Castillo, 2013a).
Y por otro lado, los movimientos
sociales urbanos (Castells, 1974,
1975) ante un Estado no inclusivo
e ineciente ante la falta de acceso
a terrenos eriazos y de programas
de vivienda de interés social, luchan
por su derecho a la ciudad (Lefebvre,
1967) ocupando las partes cada vez
más altas de los cerros y zonas de alto
riesgo ante desastres, como cauces de
ríos, quebradas secas, acantilados y
bordes costeros. A ello, se agrega en las
últimas décadas, el tráco de terrenos
manejado por maas, coludidas con
malos profesionales y funcionarios
públicos venales.
Empero, hay otras implicancias ur-
banas, como el reemplazo improvisa-
do, lote por lote, del patrón de vivien-
da unifamiliar por el multifamiliar; el
agravamiento de los décits acumu-
lativos de servicios básicos, equipa-
miento urbano y de áreas verdes; y
el agotamiento acelerado de áreas de
expansión urbana, cada vez más esca-
sas y lejanas (Castillo, 2013a).
Por ello, las autoridades municipales
y nacionales concordadas, deberían
tomar cartas urgentemente en este
asunto, a n de frenar este urbanicidio
anunciado. De lo contrario, se tendrá
que cantarle a la ciudad lo que dice el
vals: “Que pena me da mirarte cuando
te miro, que pena me da saber lo que
has perdido” (Correa, 1940).
En realidad, lo que Lima necesita
con urgencia, no es la supuesta
genialidad de los políticos, sino de
autoridades decididas y honradas, y
de administradores urbanos ecientes
para concretar en obras y acciones lo
planicado, a través de la inversión
pública y privada. Y la participación
de los ciudadanos de la urbe para